El otro día realicé una sesión de seguimiento con Wilson, un braco alemán adoptado. Es un perro reactivo hacia otros perros y, en ocasiones, presenta agresividad defensiva ante determinados encuentros.
Durante las sesiones, Wilson tiende a obsesionarse con la caza de lagartijas. Se detiene en cada árbol, arbusto o cualquier forma en el suelo donde imagina que podría haber alguna. A simple vista, podría parecer una conducta normal para un perro de caza. Sin embargo, no deberíamos normalizar este comportamiento.
Es cierto que el braco es una raza con fuerte instinto cazador, pero en este caso, la conducta de buscar lagartijas no responde a ese instinto de forma sana: es una vía de escape ante un entorno que le resulta abrumador.
Wilson tiene dificultades para relacionarse. Cuando se siente inseguro, se aísla y se enfoca en la caza como mecanismo de evasión. A corto plazo, esto puede parecer útil, pues le distrae de una posible confrontación con otros perros. Pero en el fondo, lo activa y frustra, porque rara vez consigue su objetivo.
Podríamos compararlo con un niño con dificultades sociales que, ante el más mínimo conflicto, se aísla con una tablet. Quizás el adulto prefiera eso a una rabieta, pero esa distracción no le aporta herramientas para relacionarse mejor. Solo lo aleja del problema.
Wilson probablemente creció en un entorno empobrecido, atado en un patio con poca estimulación ambiental y social. En ese contexto, desarrolló su fijación por cazar lagartijas, y con el tiempo, esa obsesión se convirtió en una de sus pocas maneras de lidiar con el mundo.
No todos los comportamientos que parecen “propios de la raza” son saludables. A veces, lo que interpretamos como instinto, en realidad es una forma de evasión emocional. Por eso, más allá de observar la conducta, es importante preguntarse qué la está sosteniendo.
Debemos mirar más allá del comportamiento visible —perseguir, escarbar, acechar— y prestar atención a lo que hay debajo: la emoción y la motivación. Solo comprendiendo esto podremos entender verdaderamente cómo se siente nuestro perro y cómo acompañarlo de la mejor manera.
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Silvia Mallofré
Etóloga canina
@silviamallofre
www.silviamallofre.com