Julia – Adoptante de Harvey

Hola a todos, la verdad que ayer se me quedó mal cuerpo cuando empecé a leer todo lo ocurrido, era tarde, me iba a dormir y hoy está siendo día intenso así que no he podido escribir antes.
Si me permitís meterme en todo esto me gustaría dar mi opinión ya que es desde muchos puntos de vista que creo que pueden ser interesantes. Por un lado soy adoptante y de un braco con problemas de reactividad, por otro soy educadora canina y sobre todo considero que soy bastante empática y por tanto con capacidad de ponerme en lugar de todas las partes.
Será largo probablemente lo que diga, así que pido disculpas si os pesa…
Siempre que alguien me pregunta sobre ser pro adopción o compra, yo digo lo mismo. No todo el mundo está preparado para adoptar, pero tan siquiera todo el mundo está preparado para tener perro. Tener perro es un compromiso de por vida, igual que lo es ser padre (es comparable, aunque pese) porque uno decide hacerse responsable de una vida durante el resto de su vida, y eso es, pase lo que pase. Económicamente, emocionalmente, en todo! Y es comparable porque si nace un niño con una discapacidad y necesidades especiales no valdrá decir ‘no tengo capacidad económica para ocuparme de él’… así que el primer paso antes de adoptar es ponerse en el supuesto de que nos cueste dinero, sudor, lágrimas, etc y aún así querer afrontarlo.
Cuando nos dicen que un perro viene con problemas de comportamiento, lo normal es que en un 90% de posibilidades necesite trabajo, y hasta pasados 3 meses de adaptación aproximada, no sacará todo su carácter real porque no estará seguro.
Todo esto se habló, con Nilo se anticipó la situación, creo que nada ha sido por sorpresa.
Me entristece escuchar y leer mucho de lo que se ha dicho desde ayer porque era completamente previsible. Esto lo digo todo como lo siento, como persona que sabe lo que es adoptar.
Yo decidí tener a Harvey (antes Thor) con todas las consecuencias. Sabía que al entrar en casa, nunca más saldría, sino no hubiese decidido adoptar. Inicialmente se llevaba bien con todos los perros (estaba contenido, inseguro, sólo era eso) y poco a poco empezó a saltar con alguno y a marcar a algunos hombres. Yo misma tengo dos mordiscos de Harvey, no fueron directamente a mi, por intentar que no mordiera a otros perros me llevé dos buenos sustos.
Desde que pasó eso lo primero que hice fue positivizar el bozal. No usarlo, que es diferente, sino positivizarlo, trabajarlo, acostumbrarle. Porque si no se hace se lo tomará como un castigo. Y tener esa herramienta siempre a mano es tranquililidad. Harvey no usa el bozal habitualmente, pero con grandes grupos, o si va suelto, es necesario. Y lo Segundo que hice fue empeñarme en entender lo que le pasaba y aprender sus señales. Da igual el pasado, conocerlo no arregla nada, se trabaja desde la situación actual.
Cualquier educador debería hacer una evaluación correcta, provocar estímulos que puedan hacer estudiar ese comportamiento real y aconsejaros prevenir.
Si no lo han hecho, hay que seguir buscando quien lo haga. El trabajo es largo, pero os aseguro que es lo mejor que he hecho en mi vida. Y en vez de pensar que un perro es inviable, que no soy capaz de gestionarlo, y mandarle de vuelta a vivir otro infierno, yo decidí cuestionarme qué habría pasado ese perro para ser cómo era y qué podría hacer yo para cambiarlo y sacar esa parte buena que veía cuando estaba conmigo.
He llorado, me he desesperado, y esto lo digo después de 3 años de trabajo y dos de ellos yo sola con dos perros grandes, un negocio y una vida complicada.
Yo no soy de excusas, si se quiere, se puede. La cosa está en querer

Llúpol – Adoptado por Arnau

Hola, me llamo Llúpol, soy un braco alemán con mezcla de pointer, y desde hace un par de años que vivo con papá, mamá y mi mejor amigo Trasto.

Mi vida cambió cuando apenas tenía 2 años y medio, mi antiguo compañero de piso me llevó a un lugar con otros muchos perros y se debió olvidar de mí…, ya que nunca volvió. ¡Pero gracias a las chicas de SOS que trajeron al papa a buscarme! ¡Todavía recuerdo nuestro primer día juntos! ¡No lo conocía de nada, pero sabía que seríamos mucho más que amigos! Dormí todo el viaje de Guadalajara a Barcelona sobre su regazo (no es muy cómodo… es un saco de huesos como yo y se me clavaba todo… pero merece la pena, me da muchos mimos siempre y en invierno me deja ponerme debajo de la manta con él). En casa me puso una cama gigante junto a mi sofá nuevo (que no os engañen, el sofá siempre será más cómodo que cualquier otra cosa) y mucha comida super buena (de dónde venía, me daban poca).

Pero entonces decidió que empezaba a marcharse de casa. No entiendo el porqué y a día de hoy todavía lo hace… marcha un rato, a veces 30 minutos, otros 30 minutos más largos o incluso 30 minutos que se me hacen eternos (en verdad todos los minutos sin él se me hacen eternos…). ¡Así que lo llamo muy fuerte a ver si vuelve! ¡Y estoy rato, eh! Grito desde el sofá, desde el suelo, otra vez en el sofá, encima de la cama para variar la posición y entonces ¡vuelve! Yo ya sé que si llamo durante todos los minutos sin parar, en algún momento vuelve. Pero llega enfadado, no sé… quizás tiene problemas en el trabajo o con la vecina que baja a menudo y le llama mucho mientras me señala (Yo creo que le dice que se tiene que parecer más a mí y estar feliz todo el día, que no se puede ir triste y enojado por la vida).

¡Y cuando se le pasa el enfado me saca a la calle! ¡Me encanta! Si no fuera que siempre me lleva atado… Con lo que me gusta correr y jugar, y además, le hago mucho caso y siempre voy a su lado, sobre todo por si viene otro perro y tengo que saltarle encima a morderlo para que le quede claro que papá es mío y que su olor a macho no me gusta. Pero entonces papá se vuelve a enfadar… no lo entiendo… incluso mete la mano en medio y lo muerdo a él en vez del otro perro… mira que es de burro… yo que iba a darle una lección al otro… y entonces lo veo hablando un buen rato con mamá (más adelante os hablaré de ella), y creo que hablan de mí porque me miran y están muy serios y no se por qué, pero siempre cuando acaban de hablar vienen y me dan mimos, y me dicen que todo saldrá bien, claro que saldrá bien, ¡me tienen a mí protegiéndolos!

Hace un tiempo empezó entonces a quedar con la que es ahora mi mamá, que es la mejor del mundo mundial. Pero venía con otro perro. Muy simpático (está como un cencerro… no sé como la aguantan a veces los papás, ya podría ser más como yo que soy buenísimo) pero de vez en cuando tengo que pararle los pies que sino se pone muy pesado, nada una mordedura en la oreja o en el morro apretando bien fuerte, para que aprenda que mando yo. Aquí también se enfadan papá y mamá, no entiendo por qué, si es una mordedura de nada.

¡Con mamá todo es muy guay! Siempre está en casa conmigo, bueno, está trabajando, pero yo subo a su silla mientras hace reuniones para saludar a sus compañeros de trabajo de la pantalla. Y cuando se marchan de casa ya no nos dejan solos, ahora siempre viene alguien para estar con nosotros. Lo harán por el Trasto, para que esté tranquilo, ¡yo no tengo problemas en gritar todo el rato hasta que vuelvan!

Y solo quiero que lleguen los fines de semana. En verano los papás nos traen de excursión a sitios con agua. Son tontos porque siempre caen al agua y tengo que meterme para que no se ahoguen. Y en invierno hacemos muchas cosas, a veces nos llevan a algo blanco que está muy frío, pero que es muy divertido, y también corro con papá, que siempre me está haciendo subir a una tarima para que me pongan un collar con una chapa y no para de decir que hemos ganado no sé que de España y que somos 2os de no sé que de Catalunya. ¡Se lo pasan muy bien conmigo!

¡Esta es mi vida! Cambió el día que papá me recogió (y fue super guay cuando llegó mamá con Trasto) y, aunque a veces, veo muy tristes a los papás cuando vuelven de la calle y les he estado gritando o cuando los defiendo de otros perros por la calle, sé que nunca volveré a ser olvidado en una perrera porque su amor por mí es incondicional y de por vida.

Arnau – Adoptante de Llúpol

Soy Arnau y hace unos años adopté al Llúpul, un braco alemán con mezcla de pointer inglés. Un perro de 28kg con una energía y bastante espectacular, un carácter muy marcado y un comportamiento muy exigente.

Cuando decidí adoptar me puse en contacto con las chicas de SOS, a través de mi mejor amiga y adoptante de SOS también, ya llevaba meses haciendo números y tenía preparado dinero para los próximos dos años de vida del futuro perro conmigo , mi amiga me había preparado el piso (plantas fuera, estanterías bajas con cables y libros fuera, etc…) y las chicas de SOS me dejaron muy claro por activa y por pasiva lo que comportaba adoptar un braco. La temida ansiedad por separación por la que se caracterizan.

Pasaron bastantes días y bastantes perros por la web de SOS. Hasta que apareció el Niño (ahora Llúpul) de dos años y medio a una perrera de Guadalajara. Los primeros vídeos que me enviaron eran un pasada, Llúpul haciendo BikeJoring con otro perro por caminos de montaña, jugando en el parque con otros perros, fotos posando con toda su elegancia, etc… Pensé que me había tocado la lotería, un perro de 10. Así que hacia Guadalajara en pleno confinamiento a buscarlo.

Muy pronto empezaron a salir los problemas. Dos principalmente. Lo primero es que es un perro muy reactivo, con machos no castrados y con ciertos hombres o gente en patinete. Con los perros es un problema porque cuando se tira va por todas sin parar. Con los hombres o los patinetes más bien suelta una mordida para que no se le acerquen… en cualquiera de los dos casos es un problema, primero por el daño que puede hacer a los demás, segundo por los problemas que esto le puede llevar a él (y a mí de rebote por ser su propietario y responsable) y tercero porque no puede entrar en ningún pipican si no está solo o con perros que ya conocemos con los que se lleva bien. Nuestro otro perro (adoptado por mi pareja hace 8 años ya) es de los que más ha recibido, y mi pareja y yo para evitar que le pudiera hacer daño hemos recibido también algún que otro mordisco.

El segundo problema es su exigencia. Cuando se queda solo en casa ladra. Y no poco. Digo exigencia ya que en un principio pensábamos que era ansiedad por separación pero a raíz de trabajar con varios etólogos hemos visto que es un perro exigente y que no tiene problemas para estar solo (en el coche se queda sin decir ni mu, en casa la de dios). Por lo tanto en poco más de una semana ya tenía a los vecinos saltándome a la yugular. Amenazado con echarme de casa, una casa donde he vivido toda la vida, propiedad de mi familia y querían echarme. ¿La única solución? Guardería de día… Ah no… que se pelea con otros perros… pues canguro personal que cuesta el doble o el triple…

Así pues, me encontré solo, con un perro que no podía pasear tranquilamente por el parque, con el que tengo que ir con mil ojos por la calle, por la montaña y al día a día. El que no puedo dejar solo en casa ni para ir a hablar con un vecino en el pasillo de la comunidad sin que se ponga a ladrar. Y por colmo todo ese dinero que tenía ahorrado se esfumó en cuanto se destrozó la cola contra el radiador y la puerta, de los nervios, lo que nos obligó a pasar repetidas veces por quirófano.

A todo esto, si alguien me diera a elegir… ¡Sí, lo volvería a adoptar, sin dudarlo! Me ha dejado los bolsillos bien acortados, el miedo en el cuerpo cuando salgo a la calle de que pueda haber algún accidente, algúna que otra mordida y con dependencia de canguros para poder hacer vida con amigos o en pareja en el día a día. Pero tomé una decisión, la de ser adoptante y con ello conlleva una responsabilidad de por vida con el perro, con Llúpul. Y quizá tuve la suerte de encontrar a mi pareja con su perro, que también tiene sus problemas, en el momento más difícil de mi relación con el Llúpul, el cual me dio el pequeño empujón que necesitaba para no desfallecer. Y lo que es más importante de todo, él me lo ha dado todo. Desde el primer día que nos vimos y sin conocerme de nada se me echó al cuello a chuparme entero, pasando por todos los podios de carreras de canicross que hemos conseguido juntos (somos terceros de España en carreras de montaña en nieve y segundos de Cataluña en tierra), nuestras excursiones en furgoneta o barco (si, navega y le encanta), hasta todos los días en casa donde nos muestra todo su amor, buscándonos en cada momento para no separarse de nosotros.

Adoptar a un perro, ya no hablamos de bracos, no debe tomarse como quien se compra un teléfono nuevo. Un perro, y sobre todo un perro adoptado que seguramente ya ha sido abandonado en un principio, es de por vida, sin importar lo que venga por delante. Y puedes pensar que será super fácil y maravilloso. Pero también puede no serlo. Ahora bien, si realmente se tiene claro y se está dispuesto a hacer frente a estas situaciones, puedo asegurar que estos peludos, no defraudan.

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Sara – Adoptante de Maya

Sábado, 7 de noviembre de 2020 comenzábamos una aventura que nos llevaría a una nueva vida en familia. Una aventura que se nos hacía idílica en nuestra cabeza según todo lo que habíamos visto y oído de amigos, familiares, medios de comunicación, televisión…

Sin embargo, al cabo de un par de semanas esta aventura se empezó a tornar oscura y nos enfrentábamos a una realidad muy distante de lo que nos esperábamos con la adopción de Maya. Una situación que nos empezaba a desbordar, que estaba fuera de nuestro control y que no sabíamos cómo afrontar.

Fueron días de lloros y mensajes de WhatsApp con SOS Weimaraner y con Alicia y Luis del Perro Limón, unos educadores caninos amables y respetuosos que nos habían recomendado y con los que acabábamos de tomar contacto. También fueron días de arañazos, moratones, marcas de mordiscos, ropa y objetos rotos y por qué no decirlo, días de arrepentimiento, replanteamientos y de estar a punto de tirar la toalla.

Pero sin saberlo, también estábamos empezando una experiencia vital que nos cambiaría por completo como familia y como personas. Empezábamos el replanteamiento de lo que implicaba adoptar y tener un perro.

Comenzábamos a entender que adoptar a un perro era ampliar tu familia con un igual, era establecer una relación de convivencia, convertirte en familia multiespecie y todo lo que eso conllevaba: comunicación, necesidades, forma de vida… muy diferentes a los humanos.

Adoptar era es ser conscientes que compartíamos nuestra vida con un ser vivo con personalidad propia, con emociones, con dificultades, con una mochila en la espalda que requería dedicación en forma de tiempo, dinero, energía, situaciones desconocidas y difíciles, aceptar días de mierda y frustración, preocupaciones, desconocimiento, enfados y cosas que no te gustaban o entendías pero las aceptabas, compromiso, aprendizaje, apertura de miras, era educación amable y respetuosa, escucha y entendimiento, protección, sostén y refugio, pero sobre todo era la responsabilidad como tutores de procurar bienestar a un ser vivo para que pudiera desarrollarse de acuerdo a sus necesidades y características , y no a las nuestras, a lo que a nos gustaría o querríamos desde la perspectiva pre-concebida de los humanos.

Adoptar o tener un perro no era dar dos paseos al día de veinte minutos mientras mirabas el móvil y le dabas un tirón porque se paraba a oler y tú querías llegar a casa rápido porque hacía frío. Tener un perro no era prohibirle subir a la cama o al sofá, que hiciera todo lo que le pidiéramos (cosas que ni nosotros seríamos capaces de afrontar), exponerles a situaciones sin que se expresara o le resultaran incómodas, estresantes… Tener un perro tampoco era tener un objeto tranquilo, “bueno” y obediente 24 horas del día. No era una forma altruista de obtener cariño gratuito o una sustitución cómoda y fácil de un hijo.

No era un camino fácil y no bastaba con buenas intenciones, amar a los animales o haber visto unos cuantos programas de Cesar Millán, haber hablado con tu vecino del quinto sobre la forma en la que él educó a su perro y le lleva la correa en la boca mientras pasea a su lado o haber leído un artículo con los cinco mejores consejos para que tu perro se “portara bien” en casa y fuera el perro perfecto.

Desde que Maya llegó a nuestra familia han pasado dos años, pero no los cambiaríamos por nada, porque desde entonces hemos aprendido lo que es vivir el presente, enfrentarnos a nuevos retos y salir de nuestra zona de confort, hemos conocido gente, profesionales y perros que suman, hemos evolucionado y crecido como personas y tutores, hemos descubierto el mundo del bienestar animal y hemos llenado nuestro corazón con un amor incondicional.

Adoptar o tener un perro no es una realidad perfecta, cómoda y sencilla, adoptar es un compromiso de por vida para con tu nuevo miembro de tu familia, ese que tu perro ya ha adquirido contigo en el momento que cruzáis vuestras miradas por primera vez

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