Hola, me llamo Llúpol, soy un braco alemán con mezcla de pointer, y desde hace un par de años que vivo con papá, mamá y mi mejor amigo Trasto.
Mi vida cambió cuando apenas tenía 2 años y medio, mi antiguo compañero de piso me llevó a un lugar con otros muchos perros y se debió olvidar de mí…, ya que nunca volvió. ¡Pero gracias a las chicas de SOS que trajeron al papa a buscarme! ¡Todavía recuerdo nuestro primer día juntos! ¡No lo conocía de nada, pero sabía que seríamos mucho más que amigos! Dormí todo el viaje de Guadalajara a Barcelona sobre su regazo (no es muy cómodo… es un saco de huesos como yo y se me clavaba todo… pero merece la pena, me da muchos mimos siempre y en invierno me deja ponerme debajo de la manta con él). En casa me puso una cama gigante junto a mi sofá nuevo (que no os engañen, el sofá siempre será más cómodo que cualquier otra cosa) y mucha comida super buena (de dónde venía, me daban poca).
Pero entonces decidió que empezaba a marcharse de casa. No entiendo el porqué y a día de hoy todavía lo hace… marcha un rato, a veces 30 minutos, otros 30 minutos más largos o incluso 30 minutos que se me hacen eternos (en verdad todos los minutos sin él se me hacen eternos…). ¡Así que lo llamo muy fuerte a ver si vuelve! ¡Y estoy rato, eh! Grito desde el sofá, desde el suelo, otra vez en el sofá, encima de la cama para variar la posición y entonces ¡vuelve! Yo ya sé que si llamo durante todos los minutos sin parar, en algún momento vuelve. Pero llega enfadado, no sé… quizás tiene problemas en el trabajo o con la vecina que baja a menudo y le llama mucho mientras me señala (Yo creo que le dice que se tiene que parecer más a mí y estar feliz todo el día, que no se puede ir triste y enojado por la vida).
¡Y cuando se le pasa el enfado me saca a la calle! ¡Me encanta! Si no fuera que siempre me lleva atado… Con lo que me gusta correr y jugar, y además, le hago mucho caso y siempre voy a su lado, sobre todo por si viene otro perro y tengo que saltarle encima a morderlo para que le quede claro que papá es mío y que su olor a macho no me gusta. Pero entonces papá se vuelve a enfadar… no lo entiendo… incluso mete la mano en medio y lo muerdo a él en vez del otro perro… mira que es de burro… yo que iba a darle una lección al otro… y entonces lo veo hablando un buen rato con mamá (más adelante os hablaré de ella), y creo que hablan de mí porque me miran y están muy serios y no se por qué, pero siempre cuando acaban de hablar vienen y me dan mimos, y me dicen que todo saldrá bien, claro que saldrá bien, ¡me tienen a mí protegiéndolos!
Hace un tiempo empezó entonces a quedar con la que es ahora mi mamá, que es la mejor del mundo mundial. Pero venía con otro perro. Muy simpático (está como un cencerro… no sé como la aguantan a veces los papás, ya podría ser más como yo que soy buenísimo) pero de vez en cuando tengo que pararle los pies que sino se pone muy pesado, nada una mordedura en la oreja o en el morro apretando bien fuerte, para que aprenda que mando yo. Aquí también se enfadan papá y mamá, no entiendo por qué, si es una mordedura de nada.
¡Con mamá todo es muy guay! Siempre está en casa conmigo, bueno, está trabajando, pero yo subo a su silla mientras hace reuniones para saludar a sus compañeros de trabajo de la pantalla. Y cuando se marchan de casa ya no nos dejan solos, ahora siempre viene alguien para estar con nosotros. Lo harán por el Trasto, para que esté tranquilo, ¡yo no tengo problemas en gritar todo el rato hasta que vuelvan!
Y solo quiero que lleguen los fines de semana. En verano los papás nos traen de excursión a sitios con agua. Son tontos porque siempre caen al agua y tengo que meterme para que no se ahoguen. Y en invierno hacemos muchas cosas, a veces nos llevan a algo blanco que está muy frío, pero que es muy divertido, y también corro con papá, que siempre me está haciendo subir a una tarima para que me pongan un collar con una chapa y no para de decir que hemos ganado no sé que de España y que somos 2os de no sé que de Catalunya. ¡Se lo pasan muy bien conmigo!
¡Esta es mi vida! Cambió el día que papá me recogió (y fue super guay cuando llegó mamá con Trasto) y, aunque a veces, veo muy tristes a los papás cuando vuelven de la calle y les he estado gritando o cuando los defiendo de otros perros por la calle, sé que nunca volveré a ser olvidado en una perrera porque su amor por mí es incondicional y de por vida.